Maspalomas, 4 de Septiembre de 2011.
Querida hermana:
A propósito de tus planes de gestión y difusión de mi obra, me gustaría contarte algo que llevo rumiando desde hace mucho tiempo.
Justo ayer, mirando viejas revistas de arte que me gusta repasar de tanto en tanto, pensé que tenía que escribirte algunos pensamientos sobre la gestión y el mercantilismo en el arte. Había un artículo sobre Balthus, el geniel pintor ninguneado por los progresistas del siglo XX. Había muerto en febrero de ese mismo año a los 92 de edad. Pero el articulo no era un lamento por la pérdida sino una alabanza a su obra porque, según decía el editor: “Cuando el Palazzo Grassi de Venecia organiza una antológica sobre un artista, significa su reconocimiento definitivo, una especie de certificado de calidad. Baste pensar, por ejemplo, que en sus quince años de exposiciones esta sede ha acogido solo 21 muestras y siempre de creadores ya desaparecidos. Que Balthus, fallecido hace apenas seis meses, tenga ya la suya a punto de inaugurarse es la mejor prueba de su reconocimiento”
Qué triste y qué fracaso de todos estos “entendidos”, ¿no te parece? Esperar a que te mueras para homenajearte con una antología de tu obra. No consigo comprender este cinismo oportunista de los mercachifles de la cultura. Creo que él tampoco cuando dijo sentirse desconcertado ante un mundo del que ya no entendía nada.
Así que, mi querida hermana, permíteme que te diga que estoy demasiado cansado de todos esos mercantilistas, intermediarios, criticistas, editoralistas, politicistas culturales, comisarios, conocedores y gourmets, toda estas buenas gentes que en su vida han agarrado un pincel o sujetado un escoplo pero que están ojo avizor con sus miradas de buitres para sacar buenas tajadas del trabajo de otros.
Por eso a estas alturas de lo que he vivido, quiero conservar bajo mis manos todo lo que me queda, (pinturas, dibujos, esculturas), que no he vendido o regalado cuando me ha venido en gana, porque, como los hijos demasiado amados, deseo que estén bajo mi tutela, aunque tenga que vivir de otros trabajos para mantenerlos.
De manera que si alguna institución, galería, museo o lo que sea, desea lucirlos durante un breve tiempo, no veo inconveniente en prestarlos, siempre y cuando se hagan cargo del gasto que ello conlleva y tú puedas obtener una compensación por gestionarlo.
En cuanto a qué ocurrirá con ellos cuando muera, eso, como decía mi admirada Scarlet en Go whith the wind, eso ya lo pensaré mañana.
Un abrazo muy fuerte, de tu fiel hermano.