

Maspalomas, 30 de Septiembre de 2012.
Querida hermana:
Qué cosa más triste es el ser humano. La naturaleza le dio un don único para que lo cuidara como un gran tesoro y le ayudara en su paso por la vida. Pero él lo arroja día tras día a la basura.
Necesitamos tantas muletas para sobrevivir. Y no hay remedio. Los sabios, léase los que comercian con nuestra estupidez, nos invaden y nos asedian con nuevos trastos hasta convencernos de que nuestra vida y nuestro talento no tirarán adelante sin ellos. ¿Quién puede vivir hoy en día sin sentir bien pegado a su cuerpo su teléfono móvil o cuantas veces alguien poco menos que nos ha insultado porque no ha podido comunicarse con nosotros cuando era su deseo? ¿Y qué me dices de los entusiastas que anuncian la muerte del libro impreso?
Parece ser que el invento de Internet supone para nuestro tiempo lo que el de la rueda significó para nuestros ancestros. Pero la rueda ha continuado girando durante milenios. ¿Qué pasará si los satélites de comunicaciones se tornan solo chatarra celeste o si los e-books se quedan sin energía que los alimente?
No, yo no rechazo como puedes pensar, el avance y los nuevos conocimientos. Sería como despreciar tanta y tanta maravilla que ha hecho mejor la vida en el planeta. Pero me preocupa que acabemos sustituyendo nuestro privilegiado y nunca suficientemente valorado cerebro por máquinas que piensen por nosotros, que memoricen por nosotros y acumulen por nosotros todos esos conocimientos que tanto nos han costado adquirir. Y que convirtamos a las generaciones que vienen en parapléjicos mentales, atados a la silla de ruedas virtual de un universo que no existe. Un nuevo dios más peligroso si cabe que el de los santos y profetas.
Un abrazo muy fuerte.
Carta nº10
