Maspalomas, 13 de Enero de 2013.
Querida hermana:
¿Cómo pensar en dejarlo todo sin abandonar los deseos de vivir? No, tan solo quiero salir de este servil trabajo para políticos de tres al cuarto, tan poco escrupulosos que solo luchan por un voto más para mantenerse en el falso trono de oropeles donde se sientan a contar sus oscuras ganancias.
Perdí la libertad el día que dejé que cortaran mis anhelos de vivir por y para la belleza, es decir, para todo el arte que no comprendían. Era tan joven que les fue fácil contagiarme sus miedos: “Si no estudias lo que te mandamos te ponemos a trabajar”. Y me pusieron. Y truncaron mi vida. Es verdad que era un inexperto con más imaginación y ambiciones que recursos para llevar adelante mis ideas. Tan joven, tan inexperto, que les fue fácil manipularme. Primero los padres y parientes y después ella, tú sabes bien quién, que me embaucó con falsas promesas hasta conseguir anular cualquier conato de rebeldía y convertirme en su fiel siervo por el resto de nuestras vidas. Hasta los libres pensamientos estuvieron a punto de desaparecer de mi cerebro. Mas algunas pocas neuronas se quedaron, tomaron forma, se combinaron con apetitos inconfesables y ella, por temor al qué dirán, me echó de su lado, creyendo castigar al que por fin se veía liberado de su tiranía. Gracias a ti, hermana, regresé al primer hogar y esta vez, ante lo irremediable, nuestros padres me acogieron, me mantuvieron, se resignaron a tener un hijo artista y vieron evolucionar con alegría aquello que ellos mismos abortaron en tiempos lejanos. Y lo que había de crecer despacio desde la juventud, estalló repentino, imparable, durante esos seis años que fui libre. Pero nuestra madre murió y retornó el miedo. Nadie coartó ya mi libertad salvo yo mismo, más cruel e implacable que todos mis anteriores carceleros.
No estaba tan mal, pensaba. Puedo hacer también arte con el teatro. Pero a cambio, hube de someterme a los caprichos, a las iniquidades, a las malas intenciones de esas gentes que parecen pertenecer a una rama colateral, poco evolucionada, de la especie humana. Engañado, manipulado, vapuleado. Todo por asegurar el pan nuestro de cada día y un hipotético futuro en libertad cuando fuera viejo. A pesar de ello, algunos de los sueños se han cumplido, mucho más allá de lo que imaginé en la remota juventud.
Pero no me siento libre, hermana. ¿Y sabes por qué? Porque ya no sé cómo quitarme de encima todas esas pequeñas y grandes dependencias que se han ido enquistando en mi cuerpo y en mi mente durante tantos años de sometimiento.
Un abrazo muy fuerte.