Maspalomas, 18 de Julio de 2013.
Querida hermana:
Me pides que te escriba algo sobre la pintura de nuestro padre en su centenario: Poco puedo decir porque poco pintó aunque, si hubiera querido podía haber llegado a crear muchas obras, si no maestras, al menos gratas para nuestro recuerdo.
No sé mucho de su vida y menos de sus íntimos sentimientos. Tal vez tú que viviste con él desde el día de tu nacimiento hasta la noche de su huída de la vida pudiste conocerle mejor.
No fue rico ni pobre porque siempre tuvo junto a él una mujer (la madre, la esposa) que no permitió ni en los momentos de mayor penuria que faltara un buen plato de comida en su mesa aunque tuviera que escatimársela a sí misma o a sus hijos.
Tuvo un trabajo estable, mal pagado sí, pero estable, como funcionario del estado, y así no tuvo que temer al fantasma del paro o a la angustia de no saber de qué mantenerse él y su familia el mes siguiente. Así desde los diecisiete años que el abuelo Antonio lo colocó gracias a sus influencias de militar despótico y derechista en la Base de Submarinos de Cartagena, mientras se sacaba la carrera de ingeniero industrial.
Le entusiasmaba, eso sí, diseñar y proyectar barcos sin distinción de clases o tamaños, fuera una lancha monocasco de última generación como un pesado buque carguero. Armadores e ingenieros se aprovecharon de su talento (y, ¿por qué no decirlo?, de su falta de arrojo y de carácter para reclamar lo que era suyo), para que diseñara sus navíos y no pagarle en la mayoría de los casos lo estipulado por sus trabajos.
Pero se supone que aquí iba a hablarte de su arte. Pintaba sin prisa, como el aficionado que sabe que no ha de vivir de ello. Creo que nunca pasó por su cabeza convertirse en un pintor famoso ni obtener un beneficio que no fuera el de su propio placer y su propio gusto, aunque también, como humano que era, gustaba de gustar a los demás cuando mostraba su obra terminada a quien quisiera verla.
Así nacieron esos paisajes que tú ahora muestras en su centenario. Pausados, tranquilos, ajenos a la violencia de este mundo. Al verlos, gracias a tu esfuerzo por mostrarlos, al cabo de tantos años, siento que fui uno de los que no lo comprendieron y sin embargo ahora me producen una íntima sensación de nostalgia de la visión de sus manos cuando despacio, muy despacio, pincelada a pincelada, daba luz a un cielo, volumen a una piedra, movimiento a un mar sereno.
Un abrazo muy fuerte.